"El arte en cualquiera de sus expresiones tiene esa profundidad, el de no ser alterado por nada ni nadie y expresar el maravilloso interior de cada uno".
sábado, 22 de mayo de 2010
FRASE
"El arte en cualquiera de sus expresiones tiene esa profundidad, el de no ser alterado por nada ni nadie y expresar el maravilloso interior de cada uno".
La experiencia estetica y su poder formativo
Esta nueva obra del profesor López Quintás no se reduce, pues, a transmitir conocimientos estéticos, suscitar experiencias gratificantes, analizar experiencias estéticas muy sugestivas. Quiere, a través de todo ello, ayudar al lector a experimentar por sí mismo la transformación interna que opera la experiencia estética en quien la vive como un acontecimiento creador. El mundo de la estética queda, con ello, realzado, elevado años luz por encima de toda mera diversión, refinamiento del gusto, adentramiento en mundos culturales de sorprendente creatividad. Además de todo ello, la experiencia estética nos sumerge en el enigmático mundo de la belleza, que es tan difícil de precisar como sugestivo y transfigurador.
El incremento actual del gusto por el arte es digno de loa si no se reduce a mero afán consumista de acumular sensaciones placenteras, antes procura convertir la experiencia estética en un factor formativo de primer orden. El agrado es un valor, ciertamente, pero lo es no sólo por ser gratificante, sino sobre todo por ser un detector de valores más altos. Si autonomizamos el agrado que nos produce una obra, nos quedamos a medio camino en la contemplación de la misma, pues no entramos en relación de presencia con ella, es decir, de encuentro auténtico.
El arte nos forma si, al contemplarlo, ponemos en vibración nuestro ser entero e integramos los ocho modos de realidad que constituyen su estructura. Sólo entonces adquiere nuestra experiencia estética un verdadero carácter creativo. Al elevarnos al nivel de la creatividad, conseguimos una sorprendente madurez espiritual, porque aprendemos a ver como contrastes buen número de contradicciones. Por ejemplo, ya no consideramos la relación entre libertad y normas como un dilema, sino como un contraste, y este giro mental -pequeño en apariencia- nos abre inmensos horizontes de realización personal, que de otra forma quedan obturados. Sólo por esta aportación merecería esta obra sumo aprecio. Pero hay todavía más sorpresas.
Al asumir, en la experiencia artística, las posibilidades creativas que nos ofrece una realidad estéticamente valiosa, advertimos que vamos buscando algo en virtud de la energía que irradia lo mismo que buscamos. No se trata de un círculo vicioso sino virtuoso, que se da también en toda experiencia ética, metafísica y religiosa. En estas experiencias vamos, asimismo, en busca de algo valioso merced a la fuerza interior que nos otorgan las realidades hacia las que nos dirigimos. Para lograr que niños y jóvenes comprendan por sí mismos la estructura interna de estas decisivas experiencias es muy útil sugerirles que realicen lúcidamente diversas experiencias estéticas, sobre todo la de interpretación musical en cualquiera de sus modalidades: canto monódico, canto polifónico, interpretación instrumental, audición penetrante de obras... Este ejercicio estético es sumamente fecundo en el aspecto pedagógico porque nos permite crear con las realidades contempladas y vividas modos de unión entrañables, que es la meta de toda auténtica vida cultural. Esa actividad creativa nos abre los ojos para comprender por dentro que la actitud de solidaridad y colaboración no se opone a la de independencia y autonomía, sino que ambas actitudes se exigen mutuamente. Al descubrir esto, niños y jóvenes dan un paso de gigante hacia la madurez personal pues incrementan su capacidad creativa, su lucidez para penetrar en la fecundidad de cada experiencia de la vida cotidiana, su sentido crítico para discernir lo que construye su personalidad y lo que la descentra y destruye.
Desde esta perspectiva, la experiencia estética presenta un alto rango como medio de formación y desarrollo personal, sin perder un ápice de su atractivo inmediato. Pude comprobarlo de modo concreto al redactar mi tesis doctoral sobre el sentido de las nuevas creaciones arquitectónicas en el campo del arte sacro.
Luis Aymá
jueves, 20 de mayo de 2010
LA MÚSICA
Hombre y música comienzan a fundirse, identificarse, cada vez más quedando el todo, por lo general, convertido en un fenómeno plenamente particular, no repetible. Dentro de esta íntima fusión está el ejecutante quien tendrá a su cargo ciertas decisiones que rematarán el acabado final.
Uno de los argumentos que predomina a lo largo del siglo XX es: "El libre pensamiento". El compositor ya no está dispuesto a acatar reglas escolásticas; no quiere decir esto que sistemáticamente las incumpla, sólo se da el tiempo necesario para revisarlas y discutirlas, rompiendo de este modo la atávica presión psicológica que sobre el sujeto produce cualquier escuela 'estructurada e inamovible'.
ALGUNOS APARTES
Lo que dice Sloterdijk en algunos de sus textos, y que ahora encuentro de forma poética en "La niña que amaba las cerillas" de Gaétan Soucy (Akal), es que la música, el sonido primordial, no está fuera sino dentro de nosotros, nos atrapa de tal forma, que hay que darle la razón a Thomas Mann cuando dijo que es un arte demoníaco. Y por lo tanto, como sugieres, puede hacer que seamos triturados en su materia y *seamos música*. Cómo puede llevarse esto a cabo, es algo para discutir en otros lugares y por gente entendida en biotecnología.
Cuando escuchamos música estamos dentro del ritmo que mueve también al universo; en el centro de la son oosfera de martirios que nuestras ciudades nos ofrece, es posible también un vértigo de la magia que nos llene de lo que no termina nunca (John Cage), pues todo es música, y en ella nos bañamos antes del nacimiento. Lo que PS ha dicho en "Burbujas" sobre la vida sónica prenatal es desde luego lo más hermoso que conozco, e invito a otra gente a indagar en esos hilos.
El músico de jazz y científico cognitivo William Benzon encuentra la llave a la función de música en la misma complejidad de experiencia musical. Las demandas de música y ritmo, los efectos de nuestros símbolos, las capacidades procesadoras, habilidades motoras, emocionales y comunicativas, etc. trabajan todas en coordinación, no solamente dentro de nuestras propias mentes sino también con las mentes y cuerpo de otros.
La música es hondamente personal y altamente social, altamente abierta a la interpretación y matiz emocional. Es esta coordinación de funciones mentales diferentes la que piensa Benzon que subyace a nuestra necesidad profunda crear y participar en la música.
Hay también otros autores que creen que el ritmo y la música fueron las que hicieron posibles que el ser humano evolucionase desde sus estadios anteriores. Lo interesante sería estudiar que papel puede cumplir en el paso al transhumanismo.
CONCLUSION
Depende de la sensibilidad artística de quien oiga o contemple una obra de arte -tan diversa aquélla, según las personas, su temperamento, cultura general y especializada en el arte de que se trate- y de lo libre que se halle de prejuicios estéticos, el resultar más o menos idóneo para sentir los efectos de dichos tipos de belleza, considerados conjunta y separadamente. Y depende del conceptualmente y de lo influenciado que esté por imperativos filosóficos determinados el conceder mayor o menor beligerancia a uno sobre otro u otros de los mencionados tipos de belleza, así como el sentirse inclinado a combatir o defender cualquiera de ellos". (Joaquín Zamacois: "Temas de Estética y de Historia de la Música")
EL VALOR ESTÉTICO
Aristóteles, presenta el argumento asimétrico, quien propone que entre el arte y el conocimiento hay y debe haber armonía, en cuanto el artista explora de otro modo la realidad, por lo tanto lo subjetivo no se puede aislar de la reflexión sobre la realidad.
En consecuencia el arte tiende también a mejorar nuestro conocimiento de la realidad, lo cual incluye lo terrible, lo absurdo, lo contradictorio y lo siniestro. John Hospers sostiene la tesis que el ―juicio estético–o juicio de gusto- no es un juicio sobre la verdad o la falsedad de algo. Por consiguiente separa los campos de lo bello, de la ética y el conocimiento. Sin embargo acepta que la obra de arte contiene posiciones acerca de la realidad, es decir, contiene una concepción del mundo. Generalmente implícita, plantea la discusión de la verdad como base de los conceptos de ―fidelidad y naturaleza humana.